23 de Setiembre del 2020
Y aquí estoy, sintiendo que hoy es el día de volver a escribir mi historia después de mil borrones, ideas y miedos. Sólo de pensarlo me estremezco, siento mis vellos de punta, el corazón me late fuerte y las manos empiezan a sudarme.
Su llegada al mundo fue lenta, parto inducido que no inducía, tactos vaginales dolorosos, fiebre, episiotomía y ventosa. Todo después de un embarazo con múltiples dificultades pero que poco a poco, con paciencia y cuidados íbamos superando.
Y allí estaba ella, que emoción, igualita a su padre de bonita, gordita y sorprendida de ver el mundo que la rodea. El papá llorando de alegría y yo con los labios pintados de rosa preparada para ser una madre al día y moderna, así de esas madres que casi que te obligan a ser.
En el mismo paritorio y mientras me cosían el desgarro Manuela comienza a mamar, estaba aturdida, no me esperaba esa interacción tan rápida, pero ahí estaba ella, sintiendo a su mamá cerca y de verdad. Duele, supongo que como no es la mejor postura o yo no me encuentro bien no conseguimos un buen agarre, horas después sigue doliendo, mis pechos sangran y el dolor es casi insoportable. Estoy nerviosa, llamo a las enfermeras, según sus indicaciones compro pezoneras y cremas pero cada vez estoy peor. Las enfermeras vienen y siento por su mirada que es parte del proceso, yo me resigno y decido esperar a que pasen los días.
No nos fuimos de alta, Manuela daba positiva ante una infección y deciden ingresarla, su padre y yo al pie del cañón, con ella día y noche, dándole de mamar a la par que yo lloraba de desasosiego. Recuerdo como una de las doctoras se levantó al oírnos y no de muy buenas formas me dijo: “póntela bien, ábrele la boca, empuja ¡ahora!”. Discúlpeme, pero ahora tampoco dije yo, se fue y asumí que debía aceptar la situación. Necesitaba calor, entendimiento, amor, necesitaba a mi madre, sabía que solo ella podría entenderme incondicionalmente, aunque por desgracia y muy a su pesar tampoco nos dio pecho a nosotros.
Pasan los días y nos vamos de alta, antes de irnos su pediatra le corta por primera vez el frenillo, hacemos los ejercicios post frenectomía (normalmente su padre) y para casa de mamá (unos días demasiado intensos, visitas y consejos de todo tipo que sinceramente no me hacían falta). Yo con cara de felicidad y mi interior repleto de tristeza, no conseguía estar tranquila y disfrutar de mi bebé. Necesitaba huir, estallar, gritar, necesitaba desaparecer.
En la revisión de la hospitalización me pregunta la doctora, a la que agradezco muchísimo su constancia e interés: “¿Cómo estás? ¿Cómo está la niña? ¿Le das el pecho o biberón?” Su alimentación es tetita, ella está bien, aunque yo no tanto respondo, me descubro los pechos a duras penas, lloro, lloro y lloro mientras me descubro y et voilà: cultivo urgente, tratamiento, segunda mastitis y directamente para realizar segunda frenectomía aprovechando que ese día estaba el doctor en la consulta de al lado. Conozco a Elena, enfermera actualizada y preparada en todos lo sentidos me acompaña, me entiende y me ayuda, pero no mejoro, me llama a casa me aconseja y siento en sus palabras paz y confianza.
Qué pena, qué tristeza no conseguirlo, yo que quiero y que lo necesito para seguir sintiéndonos una, no lo consigo. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué no puedo, será mi bebé? Llegué a pensar que la niña no quería comer de mí ni estar conmigo, que sentía cuando yo gritaba o lloraba de dolor y que su decisión era esa: desprenderse de esa unión vital madre-hija. Para mi estaba siendo un fracaso, el mayor de los fracasos.
Aún así, por recomendación de Elena os encontré a ustedes, leí, os leí muchísimo noches tras noches en vela y decidí continuar, unirme a mi niña y sentir que ella también estaba conmigo, en la misma lucha y buscando el mismo fin.
Sigue pasando el tiempo, estamos con toda nuestra confianza depositada en los ejercicios post frenectomía, fisioterapia para la retrognatia y acudimos a una nueva valoración de otra doctora especialista, cortamos de nuevo el frenillo por tercera vez, seguimos sin conseguirlo y tercera mastitis con cultivo y tratamientos múltiples. Aquí tengo que añadir una nota de humor, ya que el roce era insoportable, le corté a un par de camisetas unos círculos que rodeaban la areola del pecho, suficiente para que la niña mamara y así el resto de mi torso pudiera estar abrigado, era de chiste, pero yo estaba calentita.
Seguimos igual, cuarta mastitis, síndrome de Raynaud, ampollas, grietas y sangre, la desesperación emana por todos los poros de mi piel; vamos a otra doctora distinta, cambiamos los ejercicios post frenectomía, compramos un cepillo de dientes con el que le hacíamos también ejercicios por su recomendación y ahora parece que vamos avanzando poco a poco y paso a paso.
Último cartucho, no conseguíamos demasiado y de nuevo a otra experta en frenillos (creo que en la zona llegamos a ir a las tres más conocidas), ¿cortamos otra vez? ¿Otra vez? Bueno… podríamos hacer otra técnica e ir valorando? Así se hizo.
Una mañana cumplía mes, seis meses concretamente señoras, llegué a una de mis metas, ¡aleluya! Le levanté el brazo de campeona y lloré muchísimo, solas, las dos en la cama, con el sentimiento de que lo habíamos casi conseguido. Fotografío el momento, soy afortunada y siento la grandeza de la maternidad, ahora sí que sí, ahora sé que nadie ni nada podrá con nosotras.
Han seguido pasando meses, hoy tiene casi 9, Manuela es una niña feliz y yo también lo soy, sinceramente no hemos conseguido una lactancia satisfactoria para mí, sigo con alguna ampolla de vez en cuando, dolor y síndrome de Raynaud, pero los momentos entre las dos son únicos y valiosos y se quedarán en mi mente para el resto de mi vida.
Os aseguro que cuando las cosas se consiguen con dificultades luego se disfrutan muchísimo más.
Tengo que agradecer todo el apoyo incondicional a mis padres, a este maravilloso grupo por el cual he podido vivir esta experiencia de superación y especialmente al papá de Manuela, mi pareja, mi compañero de batalla, la persona que ha estado a mi lado siempre entendiendo y participando. Gracias Moderadora de Lactancia, gracias Elena, gracias Carmen V., Marta de C., Chiqui, Antonio R., amigos y amigas.
Soy un animal puramente, ella es mi cachorra y yo soy su madre leona.
❣️❣️❣️❣️ Como entiendo cada una de tus palabras. Qué historia de fortaleza y tesón! Que orgullo de pertenecer a la misma tribu que tú. Enhorabuena leona! Qué suerte tiene tu cachorra de tenerte! 🙏🏻💪🏽🥰 Lili
ResponderEliminarMe emocionaste con tu relato. Suerte tiene esa cachorra de tenerte como mamá. ¡Campeona!
ResponderEliminarQue ha pasado con el grupo de facebook ? No logro encontrarlo!! Y me encantáis todas y cada una !!!! Me ayudáis a prepararme para mi futura lactancia
ResponderEliminar