Mi primera hija nació por cesárea programada en el hospital Virgen del Rocío a mediados de mayo de 2020, en plena pandemia. Tuvo que ser así porque la niña venía de nalgas y no hubo forma de que se diera la vuelta a pesar de intentar una VCE y a que yo hiciera todos los ejercicios que ponen en Internet, que sólo me faltó el pino puente. Gracias a este grupo de apoyo a la lactancia, en el que llevaba leyendo un par de meses, ya tenía ciertos conocimientos, por lo que lo primero que hice fue anotar en mi plan de parto que quería hacer piel con piel desde el nacimiento y que me negaba a que le diesen leche de fórmula porque la pensaba amamantar. Me concedieron el piel con piel, aunque estaba fuera de protocolo, y desde el primer momento mi niña buscó el pezón. En una sala de recuperación, separada del resto de operados para poder tener al bebé conmigo, tuve un enfermero, no matrón, que me ayudó a colocarla en el pecho para que mamase un poco, aunque creo que con más buena fe que habil