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Mostrando entradas de septiembre, 2020

"lactancia materna? Ah muy bien"

  Mi primera hija nació por cesárea programada en el hospital Virgen del Rocío a mediados de mayo de 2020, en plena pandemia. Tuvo que ser así porque la niña venía de nalgas y no hubo forma de que se diera la vuelta a pesar de intentar una VCE y a que yo hiciera todos los ejercicios que ponen en Internet, que sólo me faltó el pino puente.  Gracias a este grupo de apoyo a la lactancia, en el que llevaba leyendo un par de meses, ya tenía ciertos conocimientos, por lo que lo primero que hice fue anotar en mi plan de parto que quería hacer piel con piel desde el nacimiento y que me negaba a que le diesen leche de fórmula porque la pensaba amamantar.  Me concedieron el piel con piel, aunque estaba fuera de protocolo, y desde el primer momento mi niña buscó el pezón. En una sala de recuperación, separada del resto de operados para poder tener al bebé conmigo, tuve un enfermero, no matrón, que me ayudó a colocarla en el pecho para que mamase un poco, aunque creo que con más buena fe que habil

"No, quiero ponerla en el pecho"

  Eran la una de la mañana de un viernes 13, que mi pequeña asomaba la nariz en este mundo. El corazón me latía a mil por hora y sólo quería ponerla en el pecho, sentir esa nueva union entre mi hija y yo.  Mis expectativas eran demasiado altas para lo que iba a suceder a continuación: "me puede ayudar a ponerla en el pecho?" "No prefieres descansar? No es obligatorio ponerla en el pecho" "No, quiero ponerla en el pecho"... Ante tan determinante afirmación, la enfermera me cogió el pezón, de mala gana, e intentó en vano estimular los labios de mi hija, que ni si quiera se percató. "No tiene hambre, probamos luego"... Pero, cómo no iba a tener hambre?  Pues así pasaron mis primeras ocho horas como madre: intentando dar el pecho a un bebé recién nacido, sin ayuda ni apoyo... La pesada de la 322 que no hace más que llamarnos: "la quieres dejar tranquila? Tú hija quiere descansar y no comer, ha tragado mucho líquido amniótico, no tiene hambre...

¡Tranquila mujer, que un biberón no va a hacerle nada malo!

 Parí por cesárea programada en hospital Virgen del Rocío, en Sevilla. Habíamos conseguido la NO SEPARACIÓN tras el parto, pero la cesárea se complicó y nos tuvieron que separar durante casi 4h. Mi niña hizo el piel con piel con su papá hasta que yo llegué y pude ofrecerle mi pecho. - Tranquila, ni siquiera me han ofrecido el biberón durante este tiempo - me dijo él para calmar mi inquietud. Entonces respiré tranquila. Los dos teníamos muy claro que establecer la lactancia era primordial, y temíamos que se complicase por la cesárea, así que decidimos no recibir ni una sola visita ( padres ) hasta que lo hubiésemos conseguido. Era nuestro momento, sólo nuestro y de nadie más. No necesitaba manos ajenas ni besos por doquier, tampoco mil ojos y consejos ( con todo el amor y la buena intención de los que irían acompañados ). Necesitaba tranquilidad, a mi pareja y a mi niña. ¡Ah sí, y morfina! que aquello dolía enormemente.. Ella estaba dormidita, pero cogió lentamente el pezón. El agarre y

Grabado en mi memoria a fuego

Siempre lo ha dicho mi padre, para morirse solo hace falta estar vivo ... y así empieza esta historia, la historia de cómo mis peques vinieron al mundo, y es que me tengo que remontar a un 4 de octubre de 2010 cuando el destino hizo  que por aquella época el que era mi novio y yo tuviéramos un accidente : ambulancia, uci, dolores, soledad, miedo... la noche del 9 de octubre con el pulmón encharcado  a causa de tener una fístula pancreática a parte de tener perforado el hígado  y un trozo menos de colón  creo que me muero, de repente allí estaba yo con 30 años con una vida por delante pensando que no volvería a ver un amanecer, es la peor sensación del mundo, allí en aquella solitaria cama de la uci tuve que aparcar mis miedos, tuve que sacar fuerzas de donde no las tenía para poder salir adelante, tenía muy próxima mi boda y me centré en ella para poder curarme, a los 8 meses por fin me dieron el alta médica y creí dejar atrás un infierno. La vida empezó a sonreírme, me casé, me saqué