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Me sentí muy bien acogida e informada en todo momento en este hospital

Hospital Santa Ángela de la Cruz Viamed. Del 14-02-2020 al 18-02-2020.

En la noche dónde se reparte más amor del año, 14 de febrero, di a luz a mi pequeño Darío. Vino un poco pronto, en la semana 36+6.

El parto fue bastante bueno, y muy bien atendido por lo sanitarios.

Nada más nacer, pusieron a mi pequeño sobre mi pecho para que sintiera mi olor y mi calor. Fue todo precioso y conmovedor. Después de un rato de pruebas, me pasaron de nuevo a mi bebé y vino la primera matrona a ayudarme con la lactancia. Me indicó que me pusiera de lado en la cama, un poco incorporada para facilitar a mí y a él el agarre. Mientras me acercaba mi bebé al pecho derecho, la matrona me apretó mi pezón y empezó a salir al momento mucho calostro. Me quedé un poco en shock ya que no me había salido antes en ningún momento del embarazo. Fue todo muy impresionante. Como el cuerpo es tan sabio de generar algo tan valioso al instante de nacer para alimentar a mi bebé.

La matrona agarró la cabeza de mi bebé y la posicionó frente a mi pecho y le ayudó a abrir la boca (era muy pequeño, nació antes de tiempo) y a colocarlo en mi pezón. Entonces, surgió la magia. Se puso a comer. Recuerdo cada pausa que hacía para respirar y descansar, esas mejillas hinchándose de comer, esa respiración sobre mi pecho…todo fue mágico.

Una vez en la habitación, se acercó otra matrona a explicarme algunas pautas sobre mi postparto y me indicó algunas cosas para el cuidado de mi bebé. Además, me indicó que estaría toda la noche disponible por si necesitaba alguna ayuda con el niño o con el pecho.

La primera noche, Darío durmió en la cama conmigo, estaba super emocionada de tenerlo junto a mí y no quería separarme de él. Eso hizo que durante la noche mamara bastantes veces. 

A la mañana siguiente, mi bebé solo dormía y me dijeron que tenía que despertarlo cada 3 o 4 horas para darle de comer porque era muy pequeño y podía bajarle el azúcar. Lo intentaba con todas mis fuerzas, pero mi pequeño no quería despertarse ni comer. Entonces, llamé a una de las matronas. Cuando llegó, me explicó algunos métodos para despertar al bebé para que comiera, me dijo que tenía que insistir. Me enseñó a tocarle el pie para “molestarlo” y así se despertara. Ella consiguió que se despertara y nada más abrir la boca le acerqué mi pezón y empezó a mamar. Esto tuve que hacerlo casi toda mi estancia en el hospital. Menos por la noche, por la noche era él quien me pedía el pecho.

Mi pareja no estaba conforme con eso y aun así le preguntó fuera de la habitación a una matrona sobre qué hacer para ayudarle a comer. Aunque cada 8 horas, le hacían a mi bebé una prueba de glucosa, y subía los valores favorablemente, la matrona le explicó a mi pareja de ofrecerle un poco de “ayuda” a mi bebé después de tomar pecho por si no tomaba suficiente, porque insistía en que era muy peligroso que se bajaran los niveles de azúcar. Concretamente nos dijo que tenía que tomar 30 ml de ayuda después de pecho según mi pareja.

Ahí tuve mi primera discusión de pareja como padres. Yo insistí en que si los valores y todo estaba bien, no tenía que darle más que mi pecho, y que aun así, era demasiada cantidad de comida para un bebé recién nacido que no tenía ni 24 horas de vida. Mi pareja, solo sabía decir que yo no tengo más conocimientos que un médico y que le iba a ofrecer la ayuda después de cada toma. Después de un rato discutiendo, le dije que el ganaba, que le diera la ayuda a ver qué pasaba después de haber comido lo suficiente de mí. Yo apostaba a que iba a vomitar ya que su estómago era muy pequeño y no habría que darle más cantidad sino más veces. Le ofreció la ayuda a mi pequeño, éste no llegó ni a mamar 10 ml y se le empezó a salir leche por los lados, tosió y regurgitó la leche que acababa de tomar.

Mi novio retiró la ayuda y me miró asustado. Yo con palabras calmadas, le volví a explicar: “Es un bebé recién nacido, aún no tiene capacidad suficiente en su estómago para ofrecerle tanta cantidad de comida. Es preferible ofrecerle más veces el pecho y que él vaya comiendo SOLO lo que él quiera, por eso se llama lactancia a demanda.”

Aún después de esa experiencia, mi pareja no estaba muy convencido, ya que entonces no entendía lo que le había dicho la matrona. Le pedí que la llamara y que lo explicara en la habitación a los dos. Evidentemente, no era tal como lo había entendido mi novio. Nos dijo que mientras que cogiera el pecho bien y se llevara un rato no hay porque darle ayuda, pero que si yo notaba que el bebé estuviera muy poco tiempo en el pecho, podría ofrecerle la ayuda por si así comía un poco más y que máximo podría tomar 30 ml en cada toma. Evidentemente no tiene nada que ver con lo que entendió o exageró mi pareja.

Al día siguiente noté como en uno de mis pechos, al agarrase para comer, me empezaba a doler. Avisé a la matrona que se encontraba disponible y vino a mi habitación. Se puso conmigo a corregirme la postura. Me dijo, que tenía que abrirle bien la boca y controlarlo para que metiera primero la parte inferior y luego la parte superior de la boca. Mi pareja, que apenas se separó de mi lado en ningún momento, me empezó a ayudar en cada una de las tomas de nuestro hijo para controlar que abriera bien la boca y a despertarlo cuando tenía que comer.

Al poco, me aparecieron unas pequeñas grietas en mis pezones, y un pecho me dolía mucho más que el otro cuando mi bebé mamaba. Me explicaron que tenía que insistir en corregirle la postura al bebé y que poco a poco notaría mejoría. 

Al tercer día de mi instancia en el hospital me subió la leche. Como mi pequeño no llegaba a vaciarme tanto los pechos, pedí ayuda de nuevo, ya que me dolían y los sentía duros como una piedra. Me trajeron un extractor de leche Medela, me dieron varios botes y me explicaron que hacer para aliviarme la congestión del pecho.

A partir de ahí, noté como mi bebé consiguió cogerme más el pecho y subió en dos días poco más de 100 gramos de peso.

Al final de mi estancia, tuve que permanecer un día más en el hospital ya que le tuvieron que poner la lámpara azul a mi bebé por la bilirrubina. En ese día, se pasó una de las ginecólogas que me atendió en el parto para preguntarme cómo iba todo y si necesitaba más ayuda sobre la lactancia. Le dije que me gustaría hacer algunas preguntas y ella me envió a una experta de lactancia del centro, la cual, me ayudó con todas mis dudas y me corrigió de nuevo el agarre para hacerlo mucho más cómodo.

Cuando ya estábamos en casa seguí todas las indicaciones de las matronas para dar el pecho y a los dos días empecé a notar mis pechos más aliviados. A los pocos días, desaparecieron las grietas y ya mi bebé se enganchaba solo al pecho perfectamente sin mi ayuda.

Por mi parte, me sentí muy bien acogida e informada en todo momento en este hospital. No tengo ninguna queja en relación a la lactancia ya que siempre había alguien disponible con mucha información para ofrecer. 

Agradezco enormemente toda la ayuda recibida y toda la atención y cariño que demuestran en su trabajo los sanitarios de este hospital.

Además, quiero hacer un inciso y comentario sobre los cursos de preparación para el parto. Siempre había escuchado que no servían para nada y que te informaban poco más que de la alimentación que debes tener, de ejercicios para fortalecerte y poco más. No solo lo escuché de una persona, sino de muchas. Aun así, me alegro de haber hecho caso omiso y de haber asistido a cada una de las clases que impartían en este centro. 

Explican muchas cosas sobre el proceso de gestación, el parto, la estancia en el hospital (incluso visitamos el paritorio), la lactancia materna, aparte de ejercicios, todas las pautas para saber cuándo acudir al hospital….y un millón de cosas más que hacen que pierdas todo el miedo al parto y así puedas disfrutar de ese momento tan maravilloso y único que te la da vida.

Cristina



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