"lactancia materna? Ah muy bien"

 Mi primera hija nació por cesárea programada en el hospital Virgen del Rocío a mediados de mayo de 2020, en plena pandemia. Tuvo que ser así porque la niña venía de nalgas y no hubo forma de que se diera la vuelta a pesar de intentar una VCE y a que yo hiciera todos los ejercicios que ponen en Internet, que sólo me faltó el pino puente. 

Gracias a este grupo de apoyo a la lactancia, en el que llevaba leyendo un par de meses, ya tenía ciertos conocimientos, por lo que lo primero que hice fue anotar en mi plan de parto que quería hacer piel con piel desde el nacimiento y que me negaba a que le diesen leche de fórmula porque la pensaba amamantar. 

Me concedieron el piel con piel, aunque estaba fuera de protocolo, y desde el primer momento mi niña buscó el pezón. En una sala de recuperación, separada del resto de operados para poder tener al bebé conmigo, tuve un enfermero, no matrón, que me ayudó a colocarla en el pecho para que mamase un poco, aunque creo que con más buena fe que habilidad, porque ninguno de los dos éramos muy diestros en el manejo de recién nacidos.  
Cuando me subieron a la habitación, cerca de medio día, varias enfermeras y auxiliares pasaron por allí por distintas cosas y comentaban: "lactancia materna? Ah muy bien" Pero nadie me preguntó si yo sabía cómo funcionaba la lactancia materna o qué tenía que hacer, sobre todo por la cesárea, que me tenía casi inmovilizada. 

Así que me encomendé a Dios y al diablo y me coloqué a la niña al pecho como buenamente pude, tumbada sobre mí y con la cabeza ladeada, que yo no sé la chiquilla cómo mamaba, pero ahí estaba enganchada a su pezón. 
No fue hasta el día siguiente por la mañana cuando vino el matrón que había estado en quirófano y cuando me vio me dijo que en esa postura la niña no podía agarrarse bien y que me pusiera tumbada de lado. Al hacerlo la niña se cogió mejor del pezón pero todavía no era bastante y empezó a hacerme unas grietas que tardaron semanas en curarse. Además, la pediatra me confirmó lo que yo sabía: que la niña tenía un frenillaco tipo 1. Tanto me dolía que esa tarde le pedí ayuda a la enfermera que pasó a verme, que me recomendó pezoneras. Mi marido fue a las 10 de la noche a comprarmelas pero me parecieron tan incómodas que no las he usado nunca. 

Por la habitación desfilaban enfermeras y todas decían lo mismo: "lactancia materna? Qué bien!". Y nunca nunca insinuaron, ni viéndome pelearme con la niña y con la teta, que le diese bibi. Eso se lo tengo que agradecer porque son momentos vulnerables y no sé qué hubiera hecho. 

Al tercer día de ingreso vino una matrona especializada en lactancia, acompañada de otra mujer, y me intentaron enseñar la postura de cuna, ya sentada en la silla de hospital y rabiando de dolor en la herida. Debieron verme tan inútil que el cuarto día volvieron otra vez, y se estuvieron un rato con nosotras hasta que vieron que, mal que bien, la niña era capaz de mamar, aunque la postura y el agarre siguieron siendo reguleros hasta un par de semanas más tarde. 
Ahora la niña tiene 2 meses y seguimos con la teta a tope. Y lo que nos queda!

Marisa