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Día de la Asunción

Me llamo Ana, tengo 31 años y soy extremeña. 
En el año 2015 me quedé a vivir en Cataluña por amor y en 2017 intentamos probar suerte en Cádiz en medio de mudanzas, maletas y recién embarazada. Tuve un embarazo muy bueno, nada de mareos ni ardores, vómitos, nada de nada, pero el día a día en mi vida personal era una locura y muy difícil a veces. Decidí que quería dar a luz en mi tierra al lado de mi familia y volví a Extremadura a casa de mis abuelos que es mi casa aquí. 

El 15 de agosto de 2018 rompí la bolsa sobre las 7 de la mañana y a las 9 ya estaba ingresando en paritorio en el hospital, tenían que ponerme  un antibiótico porque había dado positivo en una bacteria. No tenía nada de dolor estaba fresca como una lechuga, ingresé con unos 2 o 3 cm de dilatación. 
Al ser festivo había 1 matrona, 1 ginecóloga y 1 enfermera y éramos 2 mamás en paritorio. Me ofrecieron ponerme oxitocina para dilatar más rápido pero yo preferí salir al pasillo, andar, e intentar que la dilatación fuera de manera natural. Por aquel entonces, aunque tuve estoy segura de ello, uno de los mejores matrones que podía tener, que me abrió los ojos al mundo de la lactancia y me mostró aunque de manera muy breve y rápida el parto natural y respetado, en aquel momento no tenía ni idea de nada. 
Salí al pasillo con mi bata para andar, no había ni un alma en esa planta (era fiesta) mis amigas por whatsapp y mi tío que estaba ahí conmigo junto con el papá me dijeron que para que esperar más si con la oxitocina todo iría más rápido. Volví a entrar a paritorio y pedí mi chute de oxitocina. No sé qué hora sería exactamente pero entre las 12 y la 1 de al medio día empezó todo, las contracciones empezaron asomar y todo comenzó a doler mucho.
Comencé los dolores sentada en una pelota de pilates haciendo círculos con mis caderas, intentaba respirar cómo mi matrón me dijo y me repetía a mí misma " no pasa nada, tú puedes con esto", pero los dolores cada vez eran más y mi dilatación era lenta, varios tactos porque yo misma llamaba para pedir ayuda, pero los cm iban muy despacio en mi reloj. 
Pedí la epidural que un mes antes más o menos había firmado y mi matrona Manuela, que para mí fue como mi madre o mi ángel ese día (no sabría explicar con palabras muy bien porque), se sentó en la cama para explicarme qué no podía ser, era fiesta y no había personal suficiente. Note la pena en su rostro y yo creí morir pero lo asimile enseguida y seguí con mis dolores, lo único que quería es que todo acabara. 
Me dijeron que cada vez que llegara una contracción empujara, yo lo intentaba, muy pocas veces podía y otras me aguantaba las ganas porque el empujar me dolía todavía más. Estuve un rato de pié recordando a mi matron, "lo más natural  lo que existía antes de que todo cambiara además de la fuerza que ejerce la ley de la gravedad es parir de pie" pero yo no tenía fuerzas, sentía que me mareaba, tenía náuseas, no podía abrir los ojos y tenía la sensación de que en cualquier momento me iría (suena muy dramático pero esa era mi sensación os lo juro). Acabé tumbada en la camilla por voluntad propia. En un momento de la dilatación abrí los ojos y miré la mesita donde estaba el monitor de las contracciones con la esperanza de encontrar la pistola y pegarme un tiro, tal cual. 
Del frío pasé al calor y sudor y con ello completamente desnuda encima de la camilla. Las especialistas me decían que siguiera empujando con cada contracción y que las avisara cuando tuviera la sensación de tener ganas de "cagar", yo nunca tuve esa sensación en mi parto, yo solo sentía dolor, dolor en la vagina y en mi bajo vientre. El dolor no paraba y no me daba apenas un segundo de descanso, yo le hacía una señal al papá con la cabeza para que tocara el timbre y cuando entraban en mi habitación solo les decía AYUDA. 
Escuchaba a mí otra compañera de habitación, otra mamá chillar. Mi matrona al ver mi desesperación me ofreció poner un calmante que no me ayudaría con los dolores pero quizás me ayudaba a relajarme, dije que sí, hubiera dicho que sí a cualquier cosa en ese momento sin pensar en nada, según el papá a los pocos minutos de ponerme ese calmante empezó a pitar la máquina de las pulsaciones de mi pequeña y las mías, y las 3 profesionales entraron corriendo a la habitación apartando al papá de un empujón, pero todo se solucionó en segundos colocándome oxígeno, por lo visto Dana y yo nos quedamos unos segundos apenas o con muy poco pulso.
Yo quería morirme de verdad, no podía parir, era imposible no tenía fuerzas y cuando empujaba más me dolía aunque al final del pujo los dolores aflojaba un poco. 
Finalmente yo ya estaba preparada para dar a luz y la cabeza de mi pequeña ya estaba preparada para salir. Me cambiaron de habitación tumbada en la camilla a las 17:00, hora que pude ver en un reloj colgado de la pared del pasillo al entrar en la habitación donde haría el expulsivo. A las 17:10 como bien pone en su ficha de nacimiento tras pocos pujos y una episotomía avisada por la ginecóloga Dana salió a la vida, note todas las partes de su cuerpo al salir y un alivio instantáneo que me dejó helada, no podía ser que esos dolores hubieran desaparecido así sin más. Me colocaron a mí pequeña bajo mi vientre sobre el ombligo y automáticamente mi boca  emitió un AY NOOO!! que la ginecóloga interpretó como que no quería tener a mi pequeña sobre mi piel y de inmediato le cortó el cordón y la enfermera se la llevó a una cuna a pocos pasos de mí que yo podía ver en todo momento. 
Esas dos palabras eran de incredulidad absoluta, no me creía que ese pedazito de carne fuese mía, no me creía que hubiera salido de mí, que partir de ese momento esa vida dependía total y absolutamente de mí, me parecía y me sigue pareciendo a día de hoy algo tan heavy que no podía creerme nada en ese momento. Yo seguía con las piernas en alto en ese horrible potro y ahora tocaba la expulsión de la placenta y coser. En pocos empujones la placenta estaba fuera y la ginecóloga se ofreció a enseñármela, también al papá, y explicarnos cómo había estado nuestra hija ahí dentro. 
A todo esto Dana seguía desnuda en la cuna. De repente volvieron de nuevo los dolores en la barriga, nuevas contrataciones que la ginecóloga me dijo que eran normales pero yo estaba cansada y ese día ya no quería sentir más dolor. Pasó lo que para mí fue como una hora de reloj (no sé el tiempo que pasaría en realidad) hasta que mi ginecóloga terminó su obra de arte con la aguja e hilo y finalmente pude bajar las piernas, tumbarlas sobre la camilla y descansar. Logré decir que quería donar la sangre de mi cordón, cosa que llevaba firmada en un papel que nadie pidió ni miró. 
La ginecóloga le dijo al papá que le hiciera unas fotos a su hija y la cogiera. Yo creo que los dos estábamos cada uno en nuestra nube y no sabíamos cómo reaccionar ni qué hacer. El papá cogió a Dana y la acercó a mí para que pudiera verla mejor, no recuerdo si lloré o no, yo solo sé que en todo momento desde que salió de mí no paré de mirar a esa criatura pequeña de pelo negro a la cual estaría atada de por vida. 
Cuando todo terminó y pudimos salir de esa habitación cogí a mi hija envuelta en una toalla y salimos a otro "pasillo" para que los familiares pudieran verla, solo había dos de mis tíos por lo que fue todo rápido y volvimos para dentro a mi primera habitación dónde dilate y empezó todo. Yo quería dar el pecho a mi hija y el papá necesitaba salir a comer algo y tomar imagino un poco de aire por lo que hicieron el cambio con otro familiar (algo que por protocolo no podía hacerse pero supongo que el ser fiesta y no haber nadie nos dejaron hacer). Entró mi prima Marta con 15 años por aquél entonces diciendo que era la tía de la pequeña y ahí estaba yo con mi hija que empezó a llorar sin parar y la teta fuera. Me explicaban como hacer pero aquello era imposible, la niña no se podía enganchar bien y yo no tenía fuerzas, los ojos se me cerraban y ahí estuvo la prima jabata colocando a la niña cada vez que se soltaba e intentándola calmar, yo solo quería dormir y no podía hacer nada, fue Marta la que se encargó en todo momento de que Dana más o menos pudiera estar enganchada a la teta. 
Finalmente subimos a planta, todos estaban emocionados con la llegada de la nueva integrante de la familia, hacían fotos, vídeos para mis abuelos que ese día no pudieron estar ahí y todos querían coger en brazos a la pequeña, yo solo quería dormir seguía apenas sin tener fuerzas para hablar, llena de compresas y empapadores, chorreando como un río por mi vagina y sin poder asimilar todavía mi nuevo papel en la vida de MAMÁ.

Ana Alonso

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