Me recuerdas a mí, hace ya muchos años, esos años que aunque pasados en el calendario no
pasan en mi corazón y están clavados en mi recuerdo.
Me recuerdas a mí, todavía siento ese cosquilleo que sentí la primera vez que posaste tus pequeños labios en mi pecho, buscado el alimento sagrado, el alimento de vida.
Me recuerdas a mí, cuando pones esa cara de dolor al sentir como las grietas que recorren tu pezón se vuelven fuego al contacto con su pequeña boquita, esa boquita de apariencia frágil pero que es capaz de llevarte desde el infierno del dolor a la gloria del amor.
Me recuerdas a mí, entregada en cuerpo y alma a tu bebé, entregándole cada minuto del día y de la noche, sacrificando tu descanso por ofrecerle el amor de tu pecho, haciendo caso omiso a esas palabras ajenas tan recurrentes “dale biberón, así podrás descansar mientras otra persona lo alimenta”.
Me recuerdas a mí, agobiada por encontrar siempre la ropa perfecta, que combine con verte guapa, cómoda y con poder “sacarte la teta” en cualquier lugar y circunstancia.
Me recuerdas a mí, preocupada porque tu pequeño te “pida teta” mientras cenas con unos amigos en un restaurante elegante, o mientras paseas por un parque, o mientras compras en el supermercado porque haya gente que pueda molestarle el verte alimentar a tu hijo.
Me recuerdas a mí, ofreciendo consuelo a tu bebé con cada succión de vida, con cada gota de leche, con cada momento unidos.
Me recuerdas a mí, disfrutando cada instante, porque sabes que ese ya no volverá y que el tiempo pasa volando, que llegará el día que no necesite tu pecho para calmarse cuando le pongan la vacuna, cuando se sienta enferma o simplemente cuando se sienta sola…
Me recuerdas a mí, hija.
Me recuerdas cuando viví todos esos momentos, cuando tu y yo éramos el centro del universo en cada toma y éramos uno, cuando tú eras el bebé y yo la mamá insegura, miedosa pero llena de amor e intuición animal que me decía que pese a las adversidades siguiera dándote de mamar, que era lo mejor que podía hacer por nosotras, y lo fue.
Ahora eres tú la mamá, me reflejo en esa imagen, con tu bebé en brazos, el pecho al aire y tu cara de amor mirándola, tal y como yo te miraba a ti.
Hoy más que nunca hija, me recuerdas a mí.
Me recuerdas a mí, todavía siento ese cosquilleo que sentí la primera vez que posaste tus pequeños labios en mi pecho, buscado el alimento sagrado, el alimento de vida.
Me recuerdas a mí, cuando pones esa cara de dolor al sentir como las grietas que recorren tu pezón se vuelven fuego al contacto con su pequeña boquita, esa boquita de apariencia frágil pero que es capaz de llevarte desde el infierno del dolor a la gloria del amor.
Me recuerdas a mí, entregada en cuerpo y alma a tu bebé, entregándole cada minuto del día y de la noche, sacrificando tu descanso por ofrecerle el amor de tu pecho, haciendo caso omiso a esas palabras ajenas tan recurrentes “dale biberón, así podrás descansar mientras otra persona lo alimenta”.
Me recuerdas a mí, agobiada por encontrar siempre la ropa perfecta, que combine con verte guapa, cómoda y con poder “sacarte la teta” en cualquier lugar y circunstancia.
Me recuerdas a mí, preocupada porque tu pequeño te “pida teta” mientras cenas con unos amigos en un restaurante elegante, o mientras paseas por un parque, o mientras compras en el supermercado porque haya gente que pueda molestarle el verte alimentar a tu hijo.
Me recuerdas a mí, ofreciendo consuelo a tu bebé con cada succión de vida, con cada gota de leche, con cada momento unidos.
Me recuerdas a mí, disfrutando cada instante, porque sabes que ese ya no volverá y que el tiempo pasa volando, que llegará el día que no necesite tu pecho para calmarse cuando le pongan la vacuna, cuando se sienta enferma o simplemente cuando se sienta sola…
Me recuerdas a mí, hija.
Me recuerdas cuando viví todos esos momentos, cuando tu y yo éramos el centro del universo en cada toma y éramos uno, cuando tú eras el bebé y yo la mamá insegura, miedosa pero llena de amor e intuición animal que me decía que pese a las adversidades siguiera dándote de mamar, que era lo mejor que podía hacer por nosotras, y lo fue.
Ahora eres tú la mamá, me reflejo en esa imagen, con tu bebé en brazos, el pecho al aire y tu cara de amor mirándola, tal y como yo te miraba a ti.
Hoy más que nunca hija, me recuerdas a mí.
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