Os voy a contar mi experiencia con la lactancia, dos historias totalmente distintas con mis dos hijas.
Esto mismo o parecido lo habrás podido escuchar de la vecina, prima o incluso de tu hermana, porque no será ni la primera ni la última vez que por ser primeriza y no tener apoyo ve fracasar su primera lactancia. Y no será por ganas, ni falta de ilusión. Pero no fue lo que yo había imaginado.
Mi primera hija nació hace 5 años, como muchas otras madres había asistido a los cursos de preparación al parto y me habían explicado lo bueno que es dar el pecho, todo ventajas. Así que estaba totalmente convencida de darle el pecho pero claro una cosa es la teoría, lo que te explican y otra lo que sucede en realidad. Se me quedó grabado que no hacía falta darle biberón, que el calostro era suficiente y el primer día de vida de mi pequeña así fue. Pero al final del segundo día y el tercero lloraba y no sabía el por qué. Lo que pasó es que hubo un error y mi pequeña que no hacía pipi habían apuntado que sí y se deshidrató. Sin entender cómo me dieron el alta y a ella la dejaron hospitalizada. No podía dejar de llorar porque había hecho todo lo que me habían explicado y algo no había salido bien. Total, que durante unos 10 días estuvimos todo el día con ella, haciendo piel con piel y dándole el pecho aunque siempre antes le daban fórmula y claro ella se acostumbró a lo fácil que es el biberón.
Ya en casa, siempre le daba antes el pecho pero no tenía el apoyo de un grupo de lactancia y mejor no hablamos del apoyo familiar, mi madre desactualizada y a 1000 km de distancia y mi suegra obsesionada con el cebar a los hijos, os lo podéis imaginar.
Lloré mucho, era algo que deseaba con todas mis fuerzas pero no sabía que estaba haciendo mal o cómo podía hacer para lograr darle el pecho y dejar los biberones. Nadie me lo supo decir y nadie de mi alrededor había tenido hijos recientemente para tener una idea y poder orientarme, así que al ser primeriza no se me iba a ocurrir. Estuvimos unos 5 meses con lactancia mixta y cuando llegó el momento de empezar a trabajar poco a poco se terminó.
Mi Matrona me dijo que por lo menos le estaba dando una tapita y que lo bueno se lo llevaba también así que menos es nada y por ese lado me medio conformé aunque tenía una gran pena por no haberlo conseguido. Y es que algo que parece y debe ser tan natural y sencillo como alimentar a tu bebé no lo fue. Ahora pensando qué pudo ocurrir, en la distancia y con la experiencia, quizás fueron un cúmulo de circunstancias. Mamaba poco y se dormía mucho tiempo, muchos brazos para cogerla, muchos ojos y opiniones y en aquel momento nadie me había enseñado a ponerme tapones en los oídos o a empoderarme.
Con mi segunda hija que nació hace 17 meses todo fue distinto. Cuando nació no estaba toda la familia esperando así que lo primero, lo segundo y lo siguiente fue teta, teta y teta, ella sí mamaba con fuerza. Y no dejaba de mamar durante la noche y el día. Así que sin darme cuenta me encontraba en el círculo vicioso de la teta y el abrazo. Es cierto que al principio demandan mucho y parece que no das abasto, que te faltan horas al día, en realidad eso me sigue pasando porque el paso de un hijo a dos es otra historia que ya os contaré. Pero poco a poco me fui informando, antes y después del embarazo, y gracias a que un día llegó a mis oídos la existencia de un grupo de lactancia que me ayudó y me enseñó a creer en mí y en el poder de la teta!! Y cuando tuve problemas allí estaban para buscar soluciones y no poner un parche como quería hacer la pediatra dándole fórmula.
A los dos meses mi pequeña tenía muchos altos y bajos en el peso y como ella nació con 3kg en el percentil 3, cuando empezó a coger poco o nada de peso, tenía que ir todas las semanas a la pediatra para controlar su peso. Y cuando empezó a bajar la línea del peso fuera del percentil parecía que la fórmula era la única solución para la pediatra. Todo esto creo una preocupación y casi obsesión por coger peso en todos nosotros. Menos mal que no me dejé vencer y que pedí ayuda en el grupo de lactancia. Le hicieron pruebas y al final tenía dos virus que le impedían coger peso pero además dudaba si era algo más y así fue, tenía frenillo sublingual del tipo 3, que sólo lo supieron ver las expertas del grupo de lactancia. Hubo un antes y un después de operar el frenillo. Eso fue a los 4 meses y a partir de ahí todo ha sido un camino de rosas aunque como en todo hay momentos mejores y peores como las crisis de crecimiento o malas noches pero eso es lo normal en un bebé.
Me siento agradecida por la ayuda recibida y también muy orgullosa e inmensamente feliz de haber conseguido una lactancia exitosa. Porque es maravilloso sentir esa conexión simbiótica. Porque dar el pecho es entrar en un universo paralelo en el que estamos sólo las dos. Porque dar el pecho significa todo lo que necesita un bebé: alimento, amor, calma, seguridad, complicidad,... Un sinfín de emociones y sentimientos que nos conecta para siempre.
Sandra Gómiz Torres, mamá de Nuria y de Nora
Esto mismo o parecido lo habrás podido escuchar de la vecina, prima o incluso de tu hermana, porque no será ni la primera ni la última vez que por ser primeriza y no tener apoyo ve fracasar su primera lactancia. Y no será por ganas, ni falta de ilusión. Pero no fue lo que yo había imaginado.
Mi primera hija nació hace 5 años, como muchas otras madres había asistido a los cursos de preparación al parto y me habían explicado lo bueno que es dar el pecho, todo ventajas. Así que estaba totalmente convencida de darle el pecho pero claro una cosa es la teoría, lo que te explican y otra lo que sucede en realidad. Se me quedó grabado que no hacía falta darle biberón, que el calostro era suficiente y el primer día de vida de mi pequeña así fue. Pero al final del segundo día y el tercero lloraba y no sabía el por qué. Lo que pasó es que hubo un error y mi pequeña que no hacía pipi habían apuntado que sí y se deshidrató. Sin entender cómo me dieron el alta y a ella la dejaron hospitalizada. No podía dejar de llorar porque había hecho todo lo que me habían explicado y algo no había salido bien. Total, que durante unos 10 días estuvimos todo el día con ella, haciendo piel con piel y dándole el pecho aunque siempre antes le daban fórmula y claro ella se acostumbró a lo fácil que es el biberón.
Ya en casa, siempre le daba antes el pecho pero no tenía el apoyo de un grupo de lactancia y mejor no hablamos del apoyo familiar, mi madre desactualizada y a 1000 km de distancia y mi suegra obsesionada con el cebar a los hijos, os lo podéis imaginar.
Lloré mucho, era algo que deseaba con todas mis fuerzas pero no sabía que estaba haciendo mal o cómo podía hacer para lograr darle el pecho y dejar los biberones. Nadie me lo supo decir y nadie de mi alrededor había tenido hijos recientemente para tener una idea y poder orientarme, así que al ser primeriza no se me iba a ocurrir. Estuvimos unos 5 meses con lactancia mixta y cuando llegó el momento de empezar a trabajar poco a poco se terminó.
Mi Matrona me dijo que por lo menos le estaba dando una tapita y que lo bueno se lo llevaba también así que menos es nada y por ese lado me medio conformé aunque tenía una gran pena por no haberlo conseguido. Y es que algo que parece y debe ser tan natural y sencillo como alimentar a tu bebé no lo fue. Ahora pensando qué pudo ocurrir, en la distancia y con la experiencia, quizás fueron un cúmulo de circunstancias. Mamaba poco y se dormía mucho tiempo, muchos brazos para cogerla, muchos ojos y opiniones y en aquel momento nadie me había enseñado a ponerme tapones en los oídos o a empoderarme.
Con mi segunda hija que nació hace 17 meses todo fue distinto. Cuando nació no estaba toda la familia esperando así que lo primero, lo segundo y lo siguiente fue teta, teta y teta, ella sí mamaba con fuerza. Y no dejaba de mamar durante la noche y el día. Así que sin darme cuenta me encontraba en el círculo vicioso de la teta y el abrazo. Es cierto que al principio demandan mucho y parece que no das abasto, que te faltan horas al día, en realidad eso me sigue pasando porque el paso de un hijo a dos es otra historia que ya os contaré. Pero poco a poco me fui informando, antes y después del embarazo, y gracias a que un día llegó a mis oídos la existencia de un grupo de lactancia que me ayudó y me enseñó a creer en mí y en el poder de la teta!! Y cuando tuve problemas allí estaban para buscar soluciones y no poner un parche como quería hacer la pediatra dándole fórmula.
A los dos meses mi pequeña tenía muchos altos y bajos en el peso y como ella nació con 3kg en el percentil 3, cuando empezó a coger poco o nada de peso, tenía que ir todas las semanas a la pediatra para controlar su peso. Y cuando empezó a bajar la línea del peso fuera del percentil parecía que la fórmula era la única solución para la pediatra. Todo esto creo una preocupación y casi obsesión por coger peso en todos nosotros. Menos mal que no me dejé vencer y que pedí ayuda en el grupo de lactancia. Le hicieron pruebas y al final tenía dos virus que le impedían coger peso pero además dudaba si era algo más y así fue, tenía frenillo sublingual del tipo 3, que sólo lo supieron ver las expertas del grupo de lactancia. Hubo un antes y un después de operar el frenillo. Eso fue a los 4 meses y a partir de ahí todo ha sido un camino de rosas aunque como en todo hay momentos mejores y peores como las crisis de crecimiento o malas noches pero eso es lo normal en un bebé.
Me siento agradecida por la ayuda recibida y también muy orgullosa e inmensamente feliz de haber conseguido una lactancia exitosa. Porque es maravilloso sentir esa conexión simbiótica. Porque dar el pecho es entrar en un universo paralelo en el que estamos sólo las dos. Porque dar el pecho significa todo lo que necesita un bebé: alimento, amor, calma, seguridad, complicidad,... Un sinfín de emociones y sentimientos que nos conecta para siempre.
Sandra Gómiz Torres, mamá de Nuria y de Nora
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